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El perdón 2º parte

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2º parte

Obviamente nadie es digno.

Todos tiene sus propios defectos, debilidades; todos han hecho las cosas que nunca desearon hacer. Todos se han perdido. Nadie puede decir que es absolutamente puro; todos están contaminados. Así que cuando el anciano insistía, “A menos que sean dignos, no vuelvan a mí", nadie discutía con él; él tenía razón. ¡Primero tienen que ser dignos!

En el último día él dijo a esos once discípulos: “Los bendigo y los inicio. No importa si son dignos o no, pero por primera vez yo soy digno. Y si soy realmente digno, mi sola presencia los va a purificar. Mi respetabilidad de ser un maestro los va a hacer discípulos dignos. Ahora no tengo que depender de vuestra dignidad. Mi dignidad es suficiente.

“Soy sólo como una nube de lluvia; me regaré por todas partes; sobre las montañas, sobre las calles, sobre las casas, sobre las granjas, sobre los jardines. Me regaré por todas partes, porque estoy demasiado cargado con mi agua de lluvia. No importa si el jardín lo merece… incluso no hago ninguna distinción entre el jardín y las rocas. Me regaré simplemente a causa de mi abundancia".

Si tus meditaciones te traen al estado de una nube de lluvia, perdonarás sin ningún juicio debido a tu abundancia, debido a tu amor, debido a tu compasión.

De hecho me gustaría declarar que el hombre que es indigno merece más que el hombre que es digno. El hombre que no merece, merece más, porque es muy pobre; no seas duro con él. La vida ha sido dura con él. Se ha perdido; ha sufrido debido a sus acciones incorrectas. No seas tú duro ahora con él. Él necesita más amor que los que lo están mereciendo; necesita más perdón que los que son dignos. Éste debe ser el único enfoque de un corazón religioso.

Tu pregunta fue planteada ante el Buda Gautama, porque iba a iniciar en sannyas a un asesino, y el asesino no era ningún asesino ordinario. Rudolf Hess no es nada comparado con él. Su nombre era Angulimal. Angulimal quiere decir un hombre que usa una guirnalda de dedos humanos.

Él había prometido que mataría a mil personas; de cada persona tomaría un dedo de modo que pudiera recordar cuántas había matado y haría una guirnalda con todos esos dedos. En su guirnalda de dedos tenía novecientos noventa y nueve dedos, sólo faltaba uno. Y ese le faltaba porque su camino estaba cerrado; nadie pasaba por ahí. Pero el Buda Gautama entró por ese camino cerrado. El rey había puesto guardias en el camino para impedir que la gente pasara, particularmente los extranjeros que no sabían que un hombre peligroso vivía detrás de las colinas. Los guardias le dijeron al Buda Gautama: “Este no es el camino que debe ser utilizado. Tendrás que tomar una ruta un poco más larga, pero es mejor ir un poco más lejos que entrar a la boca de la misma muerte. Éste es el lugar en donde vive Angulimal. Incluso el rey no tiene agallas para transitar por este camino. Ese hombre está simplemente loco".

"Su madre acostumbraba visitarle. Ella era la única persona que acostumbraba ir, de vez en cuando, a verlo, pero hasta ella dejó de hacerlo. La última vez que fue allí él le dijo: 'Ahora únicamente falta un dedo, y sólo porque resulta que eres mi madre… deseo advertirte que si vienes otra vez no me detendré. Necesito un dedo desesperadamente. Hasta ahora no te he matado porque otra gente estaba disponible, pero ahora nadie pasa por este camino excepto tú. Así que quiero que estés enterada de que la próxima vez si vienes será tu responsabilidad, no la mia'. Desde esa vez su madre no ha venido".

Los guardias le dijeron a Buda: “No tomes el riesgo innecesariamente". ¿Y sabes lo que Buda les dijo? Buda dijo: “Si yo no voy ¿entonces quién irá? Solamente dos cosas son posibles: o yo lo cambiaré, y no me puedo perder este desafío; o le proveeré de un dedo para que su deseo se cumpla. De todas formas voy a morir un día. Dar mi cabeza a Angulimal será por lo menos de un cierto uso; de otra manera un día moriré y ustedes me pondrán en la pira funeraria. Pienso que es mejor satisfacer el deseo de alguien y darle tranquilidad. O él me matará o yo lo mataré, pero este encuentro va a suceder; tú simplemente guíame".

La gente que acostumbraba seguir al Buda Gautama, sus compañeros cercanos que estaban siempre en competencia por estar más cerca de él, empezaron a disminuir. Pronto hubo millas de distancia entre el Buda Gautama y sus discípulos. Todos deseaban ver qué sucedía, pero no querían estar demasiado cerca.

Angulimal estaba sentado en su roca observando. No podía creer lo que veía. Un hombre muy hermoso de inmenso carisma venía hacia él. ¿Quién podía ser este hombre? Él nunca había oído hablar del Buda Gautama, pero incluso este duro corazón de Angulimal empezó a sentir una cierta suavidad hacia el hombre. Se veía tan hermoso, viniendo hacia él. Era temprano por la mañana… una brisa fresca, y el sol se levantaba… y los pájaros cantaban y las flores se habían abierto; y Buda venía más y más cerca.

Finalmente Angulimal, con su espada desnuda en su mano, gritó: “¡Deténte!”. El Buda Gautama estaba sólo a unos pasos de distancia, y Angulimal dijo: “No des otro paso porque entonces la responsabilidad no será mía. ¡Quizás tú no sabes quién soy!”.

¿Buda dijo, “¿Sabes tú quién eres?”.

Angulimal dijo, “Éste no es el punto. Y tampoco es el lugar ni el momento para discutir tales cosas. ¡Tu vida está en peligro!”.

Buda dijo, “Yo pienso de otra manera; tu vida está en peligro”.

Aquél hombre dijo, “Yo solía pensar que estaba loco; tú estás simplemente loco. Y continúas acercándote. Entonces no digas que maté a un hombre inocente. Tú te ves tan inocente y tan hermoso que quiero que te regreses. Encontraré a alguien más. Puedo esperar; no hay prisa. Si me las puedo arreglar con novecientos noventa y nueve… es sólo cuestión de uno más, pero no me obligues a matarte".

Buda dijo: “Estás completamente ciego. Tú no puedes ver una cosa simple: No me estoy moviendo hacia ti, tú te estás moviendo hacia mí".

¡Angulimal dijo: “¡Esto es una completa locura! Cualquiera puede ver que tú te estás moviendo y yo estoy parado en mi roca. No me he movido una sola pulgada".

Buda dijo: “¡Tonterías! La verdad es que desde el día que me iluminé no me he movido una sola pulgada. Estoy centrado, completamente centrado, sin movimiento. Y tu mente se está moviendo continuamente vuelta y vuelta en círculos… y tú tienes las agallas para decirme que me detenga. ¡Tú deténte!Yo me he parado hace tiempo".

Angulimal dijo: “Parece que eres imposible, eres incurable. Estás destinado a que te maten. Me sentiré apesadumbrado, pero ¿qué puedo hacer? Nunca he visto a un hombre tan loco".

Buda se acercó demasiado, y las manos de Angulimal temblaban. El hombre era tan hermoso, tan inocente, tan infantil. Él ya se había enamorado. Había matado a tanta gente… Nunca había sentido esta debilidad; nunca había sabido lo que es el amor. Por primera vez estaba lleno de amor. Así que había una contradicción: la mano sostenía la espada para matar a la persona, y su corazón decía, “Pon la espada nuevamente en la vaina".

Buda dijo, “Estoy listo, ¿pero por qué tiembla tu mano?; eres un guerrero tan grande, incluso los reyes tienen miedo de ti y yo soy sólo un pobre mendigo. A excepción de la vasija de mendicante, no poseo nada. Tú puedes matarme, y yo me sentiré inmensamente satisfecho de que por lo menos mi muerte satisface el deseo de alguien; mi vida ha sido útil, mi muerte también ha sido útil. Pero antes de que cortes mi cabeza tengo un pequeño deseo, y pienso que tú me concederás un pequeño deseo antes de matarme".

Antes de la muerte incluso el enemigo más duro está dispuesto a cumplir cualquier deseo.

Angulimal dijo: “¿Qué es lo que deseas?”.

Buda dijo: “Quiero que solamente cortes del árbol una rama que esté llena de flores. Nunca volveré a ver estas flores; deseo ver esas flores de cerca, sentir su fragancia y su belleza en esta mañana soleada, su gloria”.

Así que Angulimal cortó con su espada toda una rama llena de flores. Y antes de que pudiera dársela a Buda, Buda dijo: “Ésta era solamente la mitad del deseo; la otra mitad es que me hagas el favor de poner de nuevo la rama en el árbol".

Angulimal dijo: “Desde el principio estaba pensando que estás loco. Ahora éste es el deseo más loco. ¿Cómo puedo poner este rama de regreso?”.

Buda dijo, “Si no puedens crear, no tienes derecho a destruir. Si no puedes dar vida, no tienes derecho a dar muerte a ninguna cosa viva”.

Un momento de silencio y un momento de transformación… la espada cayó de sus manos. Angulimal cayó a los pies del Buda Gautama, y dijo: “No sé quién eres tú, pero quienquiera que seas, llévame al mismo espacio en el que te encuentras; iníciame".

Para ese entonces los seguidores del Buda Gautama se habían acercado más y más. Viendo que ahora el Buda Gautama estaba parado delante de Angulimal, no había problema, ningún miedo, aunque él necesitaba solamente un dedo. Estaban todos alrededor y cuando él cayó a los pies de Buda, ellos inmediatamente se acercaron. Alguien planteó la cuestión: “No inicies a este hombre, es un asesino. Y no es un asesino ordinario; ha asesinado a novecientas noventa y nueve personas, todas inocentes, todas desconocidas. No han hecho ningún mal. ¡Él ni siquiera las había visto antes!”.

Buda dijo otra vez: “Si no lo inicio yo, ¿quién lo iniciará? Y amo al hombre, amo su valor. Y puedo ver una enorme posibilidad en él: un solo hombre luchando contra el mundo entero. Yo quiero a esta clase de gente, que puede estar frente al mundo entero. Hasta ahora él estaba frente al mundo con una espada; ahora él estará frente al mundo con una conciencia que es mucho más aguda que cualquier espada. Les dije que iba a suceder un asesinato, pero no estaba claro quién iba a ser asesinado; o yo iba a ser asesinado, o Angulimal. Ahora pueden ver que Angulimal es el asesinado. ¿Y quién soy yo para juzgar?”.

Él inició a Angulimal.

La cuestión no es si alguien es digno o no. La cuestión es si tú tienes la conciencia, la abundancia del amor; entonces el perdón surgirá de ahí espontáneamente. No es un cálculo, no es aritmética.

La vida es amor, y vivir una vida de amor es el único vivir religioso, la única vida de plegaria, paz, la única vida de gratitud, grandeza, esplendor.

 

 

 

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